Los elementos etnográficos son bienes patrimoniales vinculados con el trabajo y la vida en los territorios rurales, tales como molinos, lavaderos o abrevaderos, entre otros. Aunque actualmente muchos de estos elementos no tienen el uso para el que fueron originalmente construidos, tienen un papel importante en la conservación del patrimonio cultural de los territorios y, consecuentemente, en la provisión de servicios ecosistémicos culturales. Estos están relacionados con la percepción humana del territorio, la espiritualidad, la identidad o el turismo de la naturaleza, por ejemplo. En muchos casos también son elementos del paisaje ricos en especies que aportan hábitat y funciones ecológicas de gran valor. El conocimiento, conservación y restauración del patrimonio cultural, además del natural y el paisajístico, es una necesidad para alcanzar un desarrollo sostenible.
Entre los beneficios ecológicos y culturales de estos elementos se encuentran (1) el aumento de la heterogeneidad del paisaje; (2) el mantenimiento de puntos de agua para la flora y la fauna (p.e., abrevaderos y fuentes); (3) la provisión de lugares de refugio, alimentación y cría para la fauna silvestre (p.e., muros de piedra seca); (4) la riqueza cultural ligada al ambiente; (5) los valores culturales y naturales ligados a la memoria histórica; (6) el turismo rural; y (7) el mantenimiento de la actividad agrícola y ganadera tradicional, entre otros. Mejorar su gestión integral permitirá que estos elementos puedan funcionar a escala de paisaje como stepping stones y corredores ecológicos, aumentando la conectividad del territorio.
La pérdida de la actividad ganadera y agrícola tradicional ha generado la desaparición o el deterioro de numerosos elementos etnográficos singulares en las zonas rurales. Algunas de sus amenazas son (1) la destrucción del patrimonio por el deterioro y abandono de los elementos; (2) la pérdida del saber tradicional por el fallecimiento de personas mayores y la falta de transmisión de sus conocimientos; (3) el retroceso de la cultura tradicional por el desarrollo de nuevas formas de industrialización; (4) la relegación del interés de este tipo de patrimonio únicamente al ámbito turístico regional o como un elemento de carácter lúdico; y (5) la desprotección legal y abandono desde las diferentes administraciones.
La Nava del Conejo se encuentra situada en una zona rural donde persisten algunas prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales, estando el territorio impregnado de elementos patrimoniales con gran valor cultural. Hemos realizado o estamos realizando las siguientes acciones de conservación y restauración de los elementos etnográficos:
Hasta la fecha, se ha rehabilitado una fuente con su abrevadero y próximamente se rehabilitará un segundo abrevadero. Esto tiene importancia desde los puntos de vista de la conservación del patrimonio etnográfico y de la biodiversidad, ya que estos elementos son puntos de agua particularmente interesantes en el contexto agrícola mediterráneo. Estas rehabilitaciones favorecen la conservación y la recuperación de la biodiversidad local, especialmente de anfibios y plantas e invertebrados acuáticos.
Los chozos de piedra son construcciones tradicionales típicas de la arquitectura popular en piedra seca (sin argamasa). Eran utilizados por los pastores para protegerse de las inclemencias del tiempo durante los desplazamientos. El abandono de la actividad ganadera extensiva pone en riesgo este legado histórico. FIRE pretende replicar estos chozos en la finca para poner en valor la cultura que representan y ser utilizados como observatorios de aves.
Los majanos son montones de piedra que eran utilizados como puntos de acumulación o elementos delimitadores de las propiedades agrícolas. Constituyen elementos de elevado valor para los micromamíferos y la herpetofauna, entre otras especies, ya que son utilizados como refugio. Además, los majanos son un elemento esencial para la recuperación del conejo de monte (Oryctolagus cuniculus), la principal presa de especies icónicas como el lince ibérico (Lynx pardinus) o el águila imperial ibérica (Aquila adalberti).
Estos muros tuvieron las funciones de delimitación, custodia y encerramiento, principalmente. Además, proporcionan numerosas grietas y oquedades que sirven de refugio a la fauna (p.e., reptiles e invertebrados) y de soporte a muchas plantas, en especial las trepadoras como la hiedra (Hedera hélix) y las tapizadoras como la pervinca mayor (Vinca major).
Todas estas actuaciones son posibles gracias a la colaboración con el IRIAF y la participación de expertos como Gema Candelas Piña y José Guzmán.