El suelo es uno de los principales recursos naturales que sustentan la vida y juega un papel clave en la salud del ecosistema, ya que activa y proporciona numerosas funciones y servicios ecosistémicos. Algunos de ellos son (1) la producción de biomasa (alimento y energía); (2) el almacenamiento y filtrado del agua; (3) el almacenamiento y reciclado de los nutrientes; (4) el almacenamiento del carbono; (5) la provisión de hábitat; y (6) el soporte físico de la vegetación. Las plantas obtienen del suelo el agua y los nutrientes esenciales que, junto con la luz solar, permiten su desarrollo. La salud del suelo es crucial para mantener la biodiversidad y garantizar la disponibilidad de nutrientes. Además, gracias a su capacidad depuradora, se comporta como una barrera protectora, protegiendo a los organismos vivos frente a la potencial entrada de contaminantes en la cadena alimenticia.
Los suelos constituyen la principal fuente de biodiversidad y son una importante reserva genética. Albergan hasta 6 mil millones de microorganismos por cucharadita, convirtiéndolos en el material biológicamente más diverso de la Tierra. Estos organismos son vitales para el ciclo de los nutrientes que las plantas necesitan para crecer, como son el nitrógeno, el fósforo, el azufre, el potasio, el calcio y el magnesio. Además, contribuyen al almacenamiento del agua y el carbono, la descomposición de la materia orgánica, el intercambio de gases y la estructura del suelo para prevenir la erosión. La biodiversidad del suelo tiene efectos determinantes sobre la distribución de plantas y animales, manteniendo los ecosistemas saludables y sostenibles.
Las micorrizas, una asociación mutualista entre hongos y raíces de las plantas, son muy importantes para la absorción de nutrientes y la comunicación entre plantas y, además, son un elemento fundamental de la composición del suelo.
En la región mediterránea, las prácticas agrícolas intensivas han desencadenado una alarmante disminución de la biodiversidad del suelo. La introducción masiva de agroquímicos altera su composición natural y afecta negativamente a la diversidad de especies que lo habitan.
El laboreo intensivo debilitan la estructura del suelo, rompiendo sus enlaces físicos y químicos repetidamente y aumentando su susceptibilidad a la lixiviación, la escorrentía y la erosión. La erosión es un factor de degradación especialmente preocupante en las zonas áridas y semiáridas. La pérdida de suelo superficial tiene como efectos la contaminación de los cuerpos de agua con sedimentos, pesticidas y otros químicos. Esta situación representa una amenaza significativa para la biodiversidad y la sostenibilidad de las regiones mediterráneas, destacando la urgencia de adoptar prácticas agrícolas más sostenibles.
Otras intervenciones humanas tales como la deforestación, el pastoreo excesivo, la urbanización descontrolada y el cambio climático han exacerbado estos problemas, causando daños irreversibles en los suelos y reduciendo su capacidad para mantener ecosistemas saludables.
Los suelos de la región mediterránea suelen clasificarse como Terra Rossa y son condicionados por las dos características principales de este clima: bajas temperaturas y lluvia en invierno y clima caluroso y casi completamente seco en verano.
En la Nava del Conejo se implementan prácticas y desarrollan investigaciones relacionadas con la conservación del suelo:
Se realiza un laboreo mínimo y superficial para evitar dañar la estructura del suelo, se rotan los cultivos y los barbechos y se retienen los residuos de los cultivos en el suelo.
La finca está certificada como de agricultura orgánica, que básicamente consiste en evitar el uso de agroquímicos.
El laboreo en líneas clave, diseñadas según la topografía del terreno, incrementa la infiltración del agua y reduce la pérdida de suelo y sus nutrientes por escorrentía. La plantación de setos con diversas especies beneficia al suelo al fomentar procesos como la descomposición de la materia orgánica. Además, al dejar de arar y revegetar las lindes de las diferentes parcelas, aumenta la capacidad de secuestro de carbono y la acumulación de materia orgánica en el suelo. Esto contribuye a mitigar el cambio climático y a mejorar la estructura y fertilidad del suelo a largo plazo.
Antes de que la FIRE iniciara la gestión de La Nava del Conejo, se realizó un estudio exhaustivo del suelo mediante la medida de parámetros físicos (textura, infiltración y pH), químicos (nutrientes como carbono, nitrógeno y fósforo,) y biológicos (nematodos, respiración microbiana y enzimas glucosidasa, fosfatasa y ureasa). Este estudio se repetirá en el futuro para saber cómo las prácticas sostenibles implementadas repercuten sobre la salud del suelo.
Se establecieron 12 parcelas experimentales pareadas de diferentes tamaños (6 de 20×4 m y otras 6 de 2×0,5 m) donde se monitorea la cantidad de agua escurrida y los sedimentos arrastrados y nutrientes lavados tras cada periodo de lluvias. Estas parcelas permiten comparar diferentes prácticas agrícolas (barbecho blanco y barbecho verde; seto plantado y franja herbácea).